Andar en círculos

Rodrigo Alonso

La obra de Silvia Brewda es el resultado del trabajo, la investigación y la curiosidad constantes. Desde sus producciones tempranas a las actuales se percibe una transformación sustancial; no obstante, hay imágenes, ideas y sensibilidades que se mantienen, como una base conceptual que da cohesión al conjunto.

La historia personal es un punto de partida habitual, aunque los hallazgos técnicos y formales son también fuente de inspiración. De hecho, la práctica artística de Brewda corre por una doble vía paralela: por un lado, hay unos temas, preocupaciones y obsesiones que se conservan a lo largo del tiempo o que reaparecen de manera recurrente; por otro, hay un desarrollo de las herramientas y los soportes cada vez más sofisticado, que promueve apariciones plásticas siempre renovadas. Esa dialéctica entre lo permanente y lo inédito, entre lo previo y lo actual, marca su labor de un modo muy especial.

Esta publicación reúne un conjunto de obras realizadas a lo largo de poco más de un decenio. Si bien el recorte es en alguna medida arbitrario –guiado quizás por la centralidad del cuerpo como eje de producción simbólica– se observa en él una actualización de esa dialéctica entre lo cambiante y lo perenne. Como veremos de inmediato, en el transcurso de este tiempo, hay un pasaje desde la representación visual a la abstracción y el ascetismo formal (en la línea de una evolución plástica), por un lado; y un retorno a la cotidianidad y la palabra (como tópicos que regresan), por otro.

 

En el principio fue el alimento

 

Alrededor del año 2010, Silvia Brewda se sumerge en el universo de la comida. En ella encuentra muchos elementos que le interesan: su vínculo con las tradiciones nacionales y la identidad, su transmisión oral, sus aportes a la cultura popular, su relación con el cuerpo –no sólo en lo que se refiere a la necesidad biológica de los alimentos sino también a sus rituales de preparación y consumo–, su estatuto como productora de conocimiento. Estos intereses dan lugar a un proceso de investigación en diferentes niveles: la recolección de recetas e imágenes de alimentos elaborados, la creación de listas de palabras relacionadas con el mundo culinario, la toma de fotografías de los procesos involucrados en los actos de cocinar, la indagación de los materiales e ingredientes, en cuanto a propiedades organolépticas, texturas, manipulación, etc. y el acopio de dichos populares que toman a la cocina como fuente de una sabiduría común.

En Abundancia (2010), Brewda utiliza la repetición de la imagen de un pan para dar cuenta de la prodigalidad del título, si bien no están ausentes otros sentidos, como la producción industrial de alimentos o la multiplicación bíblica de los panes. La utilización de esa imagen como módulo gráfico llama la atención sobre la centralidad del grabado en la obra de la artista, quien considera que esta técnica está en la base de su quehacer y pensamiento estético. Interfiriendo la repetición se leen unas frases escritas con perforaciones sobre el soporte: “A falta de pan, buenas son las tortas”, “Pan con pan, comida de tontos”, “Pan casero, de ese quiero”. Estas expresiones no sólo complementan la imagen, sino que generan un vínculo inmediato con el espectador recurriendo a su memoria emotiva.

El libro de artista No es solo pan (2010) presenta otro de los resultados de la investigación sobre la comida. Aquí la edición toma la forma de un fichero de recetas, forrado con motivos florales, que incluye fichas escritas, dibujos y pequeñas reproducciones escultóricas de panes y otros alimentos. Por la singularidad y delicadeza de lo que contiene, parece el cofre de un tesoro. Uno de esos tesoros domésticos que hacen de la tradición algo íntimo, el sitio donde lo heredado es convocado para habitar el presente.

Algunas obras de este núcleo temático comienzan a prefigurar los futuros desarrollos de la producción de Brewda. Las reunidas en la serie Geografías de la materia se aproximan tanto a las sustancias de la comida que comienzan a revelar un riquísimo territorio de formas abstractas. Otras introducen recortes sobre el soporte que conmueven su bidimensionalidad, poniendo de manifiesto una voluntad por salir del plano que se potenciará en los años posteriores.

 

La conquista del espacio

 

Con los trabajos presentados en la exposición Ida y vuelta (Carla Rey Arte Contemporáneo, 2012), Silvia Brewda se vuelca definitivamente a explorar la tridimensión. Esta exploración se lleva adelante en diferentes niveles: en obras individuales (micro), instalaciones (medio) y murales (macro). Las estrategias formales son disímiles en cada caso, pero es claro el objetivo de trascender los límites impuestos por los papeles y los libros de artista. De todas maneras, no hay un abandono definitivo de estos soportes. El salto al espacio es más bien un nuevo campo de experimentación que resulta ser ampliamente productivo.

Cuenta cuentos (2012) es una suerte de cascada de papeles blancos y manchados de diferentes tamaños, que avanza desde la pared hacia el espacio expositivo. Su profusión rememora el concepto de abundancia de obras anteriores aunque ahora éste aparece de manera más abstracta. Imagen y palabra dan un paso al costado para dotar al concepto de una impronta sensorial.

En Travesía intermedia (2011) y Vuelta al origen (2011) aparece un modo interesante de trabajo con la espacialidad. Aquí la artista utiliza planchas superpuestas de papel perforado para generar un sentido de profundidad que atrapa la mirada del observador. Si Cuenta cuentos se proyectaba hacia el espacio externo, estas piezas se proyectan hacia el interior con igual ímpetu. Pero su funcionamiento es todavía más complejo porque los papeles se encuentran intervenidos con tramas gráficas que provocan diferentes efectos sobre la visión: en el primer caso, la hoja de papel en primer plano es blanca con lo cual la maraña de líneas aparece como algo agazapado en el interior; en el segundo, la trama se repite en la superficie exterior y en el fondo produciendo una dificultad en la mirada y una acentuada vibración.

La utilización de papeles perforados y tramas gráficas se convertirá en uno de los recursos predilectos en las obras posteriores de Brewda debido, principalmente, a su extrema versatilidad. “En las composiciones de trazos moduladas y expresivas, la superposición de tramas, el recurso al hueco y la horadación, señala Mariana Rodríguez Iglesias, en el uso de los sencillos negro y blanco como únicos valores, la artista demuestra que el lenguaje abstracto todavía hoy puede ser esencialmente libre, profundamente humano y, no obstante, abiertamente racional”.

En realidad, esta racionalidad va estableciendo un contrapunto con el desenvolvimiento de unos patrones cada vez más orgánicos que desafían la lógica constructiva. La regularidad de los círculos de Travesía intermedia y Vuelta al origen no volverá a repetirse. En su lugar aparecen las elipses liberadas de Habitado-deshabitado (2015), o los recortes circulares que acompañan figuras similares impresas sobre el papel, pero aplicados sin ninguna lógica aparente, como se observa en Centro-descentro (2013).

Sonido elemental (2015) evidencia un paso más en estas investigaciones. Aquí la artista parte de cuatro hojas litografiadas con el mismo diseño y las recorta de forma tal de conmover su regularidad visual; de este modo, genera un contrapunto entre las formas de los patrones impresos y las de los recortes que se desprenden de éstos. En Multitudes sonoras (2016) sucede algo similar aunque con una innovación importante: los recortes aparecen ahora suspendidos sobre el fondo mediante tanzas transparentes que los mantienen en suspensión.

La introducción de la tanza como línea casi invisible da vida a un conjunto de obras en las cuales están cada vez más presentes las metáforas orgánicas. Buceando hacia el infinito (2017) o Dejando ir (2017) son piezas paradigmáticas de estos momentos en que los recortes de papel parecen conformar exuberantes aglomeraciones vegetales que se desprenden con fuerza de un fondo casi siempre blanco. La suspensión de los recortes habilita los juegos de luces y sombras provocados por la interacción con la iluminación ambiente. Son estas obras de una intensa belleza y armonía, que transmiten una singular vitalidad.

En la instalación Baroque. Una perla de forma irregular (Fundación OSDE, 2017), los papeles recortados se liberan del soporte y el sentido de vitalidad se refuerza cuando una performer viste un traje recubierto por ellos. Aquí, Brewda aprovecha la invitación cursada por la reconocida institución artística para llevar adelante una nueva experimentación que le permite poner a prueba sus ideas plásticas en un contexto desafiante. El espacio donde se realizó la instalación fue la antigua vidriera de las mueblerías Maple, el edificio que ocupaba la Fundación OSDE en esos momentos, un ámbito a medio camino entre el interior y el exterior de la institución, abierto tanto a los visitantes asiduos a las exposiciones como a los transeúntes que eventualmente pasaban por el lugar. Este tipo de espacio intermedio es muy parecido a aquellos en los cuales la artista ha instalado murales. De hecho, en estos mismos momentos, un nuevo mural suyo cobra vida en la urbe porteña, en un edificio de la Avenida Santa Fe.

 

Sensibilidad áurea y retracción

 

Hacia el año 2018 aparece un nuevo elemento en la obra de Silvia Brewda que trastoca significativamente su horizonte semántico. Porque si bien su utilización del vacío, los blancos y los negros no estaba exenta de sentidos sugerentes – la pureza, el ascetismo, la inmaterialidad, la espiritualidad, etc., la introducción del oro y el dorado plantea unas connotaciones más potentes, como la transmutación alquímica, la nobleza, el lujo, la codicia, entre otras. Si el blanco del papel podía pensarse como un territorio “neutro” derivado de un soporte común en la producción artística, la incorporación del oro no puede ser considerada como algo involuntario.

De todas maneras, no se debe pasar por alto que el oro es también un material plástico con propiedades singulares de cromaticidad, brillo y textura. Y, en principio, son estas propiedades las que Brewda adopta en su trabajo, con el fin de dotarlo de un aura especial y dar inicio a un nuevo proceso de investigación y experimentación.

Los primeros trabajos con este metal siguen la línea de las producciones anteriores: el oro se “cuela” en las amalgamas de recortes de papel induciendo un contraste poderoso al blanco inmaculado del soporte. Así surgen piezas como Aurum (2018), Oros simples (2018) u Oro blanco (2018), entre otras.

En la elaboración de estas obras, la artista recurre a la antigua técnica del dorado a la hoja. Su aplicación artesanal deja unas marcas muy particulares que contrastan en cierta medida con las impresiones obtenidas mediante técnicas de grabado, que suelen ser más homogéneas. En el libro de artista Giro dorado (2018) conviven ambos procedimientos, poniéndose de manifiesto las singularidades de cada uno.

De este período dorado surge, además, un grupo de libros de artista conformados por páginas con grandes agujeros que perforan la totalidad de su espesor: Gemma (2018), Más allá de (2018) y el conjunto Biblioteca (2019). Son trabajos que preanuncian el movimiento a la introspección inducido por las cuarentenas derivadas de la propagación del virus SARS-CoV2 (Covid-19) a escala planetaria.

La pandemia obliga a Silvia Brewda a refugiarse en su taller con los escasos materiales disponibles. Pero también la insta a pasar más tiempo en su hogar, recuperar lo doméstico, lo cotidiano, los afectos. Impensadamente, retorna el tema de la comida, el ritual de cocinar y el contacto diario con los alimentos.

Sin abandonar jamás su condición de artista, Brewda transforma esta situación en un nuevo programa de investigación. Vuelve a escribir, a recoger frases, a construir archivos; recupera el poder de la palabra. Nuevamente recurre a la fotografía como herramienta de trabajo; con ella registra las propiedades de los alimentos como lo hiciera una década atrás.

Todo esto da vida a un nuevo conjunto de obras que, como no podía ser de otro modo, poseen la escala de lo inmediato. Se multiplican los libros y los dibujos de pequeñas dimensiones que plasman formas de lo cotidiano encontradas en los espacios de la intimidad.

El libro de artista En pausa (2020) recoge las impresiones visuales (dibujos, palabras, fotografías) de una existencia detenida abruptamente por el acontecimiento fortuito tan inesperado. Otro libro, Mañana (2021), acumula obsesivamente frases ligadas a los miedos y las angustias de un tiempo tan incierto como el que nos tocó vivir.

Este retorno a temas tan propios –la comida, lo cotidiano, la palabra, el cuerpo– no se da como una repetición, sino como la actualización de unos intereses que nunca dejaron de vibrar en el corazón del trabajo de Silvia Brewda. Su transmutación en obras poderosas vuelve a ubicar a la historia personal en el terreno (en el trauma) social.

Pero el poder de estas obras no surge únicamente de su narrativa, sino además, de los recursos técnicos que la artista fue perfeccionando en más de una década, para brindarnos unas imágenes –al mismo tiempo refinadas y reflexivas– sobre el particular mundo en el que vivimos.

 

Rodrigo Alonso es Licenciado en Artes y curador.